sábado, 22 de diciembre de 2012

Percusión del recambio

Los nuevos fragmentos reunidos, acaso todos ellos, comienzan sin palabras ni gestos a planear lo que esta predestinado en sus conciencias: la unión del ser. Apostados todos al rededor de las llamas, riendo, jugando,  percusionando, cantando, dan comienzo a la ceremonia ancestral para hacer renacer al individuo, al ser que conformara el principio de la nueva vida, donde todos por fin serán uno con sigo mismos.
Al seguir la noche eterna, el licor y la yerba pasaba de mano en mano, incluso el niño era participe activo de la celebración  pues era un gran eslabón perdido dentro de la cadena universal. Para cuando todos estaban vibrando en la misma frecuencia el fuego comienza a danzar en el alma de cada fragmento, de casa pequeño gran ser que durante años había estado perdido en las tinieblas.
Es así como las conciencias elevadas comienzan ascender en un pilar sagrado hacia el aparente cielo, rompiendo la aparente tranquilidad de la oscuridad, uniendo nuevamente extremos que se pensaban eran perpetuos.

La Luz...

El calor...

Desde el centro de lo que era cielo, el torbellino sagrado hace aparecer, o dejar ver el cielo, azulado; epifanía y sueño gozoso de los fragmentos. El tiempo de la luz comenzaba aclarando los extremos, un cielo perfecto, una tierra arruinada.

Al desaparecer las tinieblas eternas, se vislumbro la muerte a sus pasos. La prueba de que el cuerpo estaba muriendo.

Nuevamente los unidos individualizados volvían sus conciencias a la sanación, a la vibración violeta de transmutación para sanar la vida. Una suave brisa emerge del fuego e inunda como neblina cada rincón del cuerpo, introduciéndose en lo mas profundo de el.

Prontamente la tierra comienza a temblar de forma catastrófica  expeliendo el veneno que estaba siendo consumido desde siempre, rompiéndose, desmoronándose, emergiendo nuevas tierras desde la semilla que estaba siendo regada con la voluntad.